domingo, 29 de abril de 2012

LA MERY JAIMES (4to acto: "La Diligencia")

Habían pasado otro par de años más desde que me uní a aquel grupo entusiasta de jóvenes católicos encabezados por el joven talentoso maestro Aaron, realmente gratos recuerdos me dejó esa etapa de mi vida, donde me divertí, disfruté lo que aprendí y saqué provecho de todo aquello y que al lado de Holanda, aquella chica que era una de las coristas de Aaron de la cual hablé un poco en el acto anterior terminó siendo una valiente pero fascinante aventura por las calles de esta ciudad. Pero eso ya es otra historia, es tan sólo un buen recuerdo con final ingrato.
Si bien fueron años productivos donde supe demostrar mi coraje trabajando en empleos ocasionales, en aquel entonces, siendo más mayor y un poco más respetado por mis padres, me encontraba nuevamente sin trabajo.
Recuerdo una mañana donde mis padres hablaban de lo que recién pasaba y yo preparándome para salir a hacer algo de deporte. No alcanzaba a escucharles bien desde mi cuarto pero si alcancé a escuchar palabras, como “amiga” “después de tantos años”, “Hablamos mas de media hora” y también alcancé a escuchar mi nombre. Pero traté de no darles demasiada importancia, total, ellos todos los días hablaban de cosas que no me importaban en lo absoluto así éstas incluyeran mi nombre.
Mi itinerario de aquel día consistía en salir a trotar un kilómetro, luego ir a la biblioteca a revisar los clasificados y si no había algún lugar o una cita de trabajo para asistir, me quedaría esperando alguna conferencia o la función del cineclub en la biblioteca, pero cuando ya me disponía a salir, mi madre me detuvo y me preguntó: “¿Y vos a dónde vas?”,
“Ud. ya sabe” respondí.
“Ah, ¿No te he dicho todavía?”
“¿Qué cosa?, pregunté yo”
“Es que como vos estás llegando tan tarde de esas bobadas culturales a las que vos asistís no me acordé en decirte. Mirá, cambiate de ropa y ponéte lo más presentable que tengás. Es que ayer me encontré con una amiga, me dijo que tiene una empresa y que está necesitando un asistente, le hablé de vos, de todo lo que vos sabés y de lo educado y confiable que sos, ella quedó interesada y me preguntó que si podía entrevistarse con vos. Hoy a las 8, mire son las 7:20 aun está a tiempo, vea esta es la dirección, es cerca del Parque Lleras, mirá, tu papá te dejó plata pa´l pasaje, y para que imprimás tu hoja de vida arreglate rápido, que pena con ella donde vos le llegués tarde, así no tenés que estar ahí bandereándote con una guitarra pa´rriba y pa´bajo en los buses”.
Hice lo que ella me pidió sin preguntar, total se trataba de trabajar y sin reparo alguno me dirigí hacia donde la dirección me indicaba. Me sorprendí cuando al fin miré la tarjeta que mencionaba el nombre de dicha empresa: “Mery Jaimes, Diseños Exclusivos y Accesorios”.
No fue demasiado difícil hallar la dirección, recuerdo que no llevaba conmigo ansiedad o nerviosismo alguno mientras iba en el bus, ni siquiera me intrigaba mucho la idea de conocer a la tal Mery Jaimes, ni tampoco pensar en cuán cambiada la iba a encontrar con relación a esa vieja foto escolar que mi madre conservaba en sus viejos álbums, donde su compañera Mery Jaimes se destacaba por ser la más bonita del curso.
Al llegar al lugar encuentro un local con un aviso elegante más no demasiado llamativo, similar a como estaba litografiado en la tarjeta, que al verla nuevamente para corroborar no sé qué, recordé que había olvidado imprimir mi hoja de vida, pero ya no había tiempo, mientras contemplaba el local que quedaba en la planta baja de lo que antes era una residencia de alguna familia de estrato alto, que al igual que las otras residencias vecinas, las familias de estrato alto a las que pertenecieron vendieron sus propiedades, para trasladarse a unidades cerradas o edificios de apartamentos o casas fincas en el oriente, huyéndole no sé si a los impuestos o a la pretérita amenaza del narco-terrorismo. La antigua zona residencial, donde se encontraba el almacén de la Sra Mery se había convertido con el tiempo en una especie de zona comercial al donde diseñadores, yupis y otras suertes de empresarios trasladaron sus negocios para darle el estatus de “negocio en la zona rosa”.
Estando parado en frente del lugar, observaba más allá de la vitrina, a la encargada de turno mirarme distraídamente, sin aparentemente preguntarse o intrigarse sobre lo que yo allí hacía. De repente los nervios y la inseguridad hicieron presencia en mí ser, haciéndome sentir deseos de esfumarme, pero como sabía que eso era imposible, crucé el portal del lugar vacilante dirigiéndome a la mujer que allí dentro se encontraba ocupada llenando algunos recibos. La mujer llevaba un cabello castaño recogido aunque se alcanzaba a adivinar que no era muy largo, rostro redondo y robusto, lucía unos lentes de marco color negro, no muy grandes, con un lazo de esos que empatan en ambos extremos de la montura para que estas queden colgadas del cuello después de dejar de usarlas, su boca era pequeña aunque podía generar dos graciosos hoyuelos al sonreír. Su nariz era delgada y alargada, mas no se excedía en su tamaño.
“Buenos días”. Saludé fingiendo algo de jovialidad.
“Si, a la orden”. Respondió ella con un serio tono voz semi-grave, semi-agudo, muy juvenil para la mujer cuarentona que ella ya parecía ser, sin dejar de mirar los recibos que ella se encontraba llenando.
“Busco a la señora Mery Jaimes”, se supone que tengo una cita con ella, a… estas horas”, dije yo un poco apenado porque ya eran la 8:18a.m. (Tiempo después me percaté que el almacén estaba abierto a esa hora porque ella me estaba esperando, ya que normalmente abría a las 10a.m.)
La mujer levanta su mirada y proyectando sus oscuros y brillantes ojos que irradiaban encima del marco de sus gafas, que en medio de su siempre adusto rostro destilaban un halo de bondad. La mujer se puso de pié, sorprendiéndome con su notable estatura de aproximadamente1,75m se acercó a mí y dijo, “¿así que Ud es el hijo de Martha?”, hizo un escaneo con sus ojos sobre toda mi humanidad, y cuando su oscura pero brillante mirada coincidió nuevamente con la mía, dijo: “Muy bien, necesito que vayas a esta dirección que hay escrita en este papel para que le entregues a la señora Rosa Pineda del almacén ____JARA este sobre, ella le va a entregar a Ud un paquete que Ud. me debe traer, aquí tiene los pasajes, el bus lo consigue aquí bajando hasta el parque y lo espero aquí en 50 minutos porque tengo 2 encargos más.
Aunque no saludó, ni se presentó formalmente ni me lo confirmó, sin duda era la tal Mery Jaimes, que a simple vista se veía como una señora cuarentona madre de familia normal, aunque con cierta corpulencia que la hacía ver de algún modo imponente, su rostro, que en ese momento no estaba impregnado de sustancia cosmética alguna ya mostraba algunas líneas de expresión en la frente y alrededor de sus ojos, pero aun quedaban en sus rasgos vestigios de la pureza juvenil de esa escolar que hacía tiempos había visto en el álbum fotográfico de mi madre, especialmente en su pueril mirada y delicados labios ya sin el cabello largo cuyos mechones caían como cascadas sobre sus hombros, simplemente resumido en una diminuta cola de caballo atada con un chulito elástico, y sin la virginal elegancia de su uniforme escolar sino con una blusa rosa de mangas muy cortas donde alcanzaban a asomarse sus robustos hombros, y cuya longitud se extendía holgadamente hasta la zona ecuatorial de sus caderas forradas por unos ceñidos bluejeans donde fácilmente se podían notar sus musculosas y largas piernas, que finalizaban en sus medianos pies, aquella vez calzando unos tenis de lona estilo Converse color negro pero no de bota.
Estando yo en la calle encaminado a la primera misión a su mando, sin tener aun la certeza de tener el empleo en mis manos o simplemente me estaba poniendo a prueba, confiaba en que tanto andar y vagar por la ciudad me había vuelto lo suficientemente hábil para las direcciones, la dirección que yo tenía en la mano tenía un extraño detalle, no me hablaba de ninguna calle o carrera sino una tal Diagonal 50, donde inmediatamente asumí que era la zona maldita, en la que no era capaz de hallar jamás una dirección, donde no sólo habían diagonales sino también circulares y transversales, nada más y nada menos que el barrio Laureles.
Así que anduve toda aquella calurosa mañana deambulando el lejano barrio Laureles sin encontrar pista alguna de la dirección que tenía a mi encargo, preguntaba y nadie daba razón, conocí los 2 parques de Laureles, anduve alrededor de la UPB, fui a darme un baño de aire acondicionado en un centro comercial al frente de la UPB, y hasta fui a parar al colegio Lucrecio Vélez, me exedí más de los 50 minutos, fallé mi misión, anduve Laureles alrededor de unas 2 horas y no hallé la Diagonal 50 donde estaba el almacén ____JARA, hasta que me dí por vencido.
“Adiós empleo” me decía yo, ¿cómo es posible que me haya quedado grande un empleo tan simple que hasta el más iletrado de los mensajeros haría sin inconveniente alguno?. Tomé bus hacia el centro, y con el dinero del pasaje de vuelta que mi padre me había dejado ya que me había gastado los 2 que la señora Mery me había dado de viático. Estando en el centro de la ciudad tuve que decirle al conductor del bus del Poblado que me llevara por la menuda que me quedaba, a lo cual asintió a regañadientes, llegué a las 12:30pm al lugar de Mery aun abierto, entré preparado para lo peor, y la encuentro a ella en su escritorio en una pose reflexiva, como si estuviera doliéndose de una fuerte migraña.
“Señora, no pude hallar la dirección” dije yo con una voz entrecortada.
“¡Caramba! ¿dónde se metió usted, esa señora del ___JARA se la pasó llamando y yo pensando que le había pasado lo peor, no he salido a almorzar esperándolo a Ud. ¿Qué pasó?” Preguntaba ella con más preocupación que ira,  y yo le hablé del inconveniente que tenía con las diagonales, transversales y circulares a la hora de hallar una dirección, le dije que me fui hasta Laureles y que no dí con ninguna Diagonal 50.
“¿LAURELES?, pero Ud qué estaba haciendo por allá muchacho de Dios” grito ella, mientras Yuri, su empleada y asistente de turno se reía de mi torpe apuro. “Era aquí en el centro bajando por Colombia antes de llegar al Parque Berrío, apuesto que Ud. tomó el bus de Laureles ahí mismo, su mamá me había dicho que Ud. era bueno para las direcciones, que le pasó ahí?” . Hizo una pausa, y se volvió a poner la mano en la frente como si tuviera dolor de cabeza. “Bueno, quizá no te expliqué bien y por eso te equivocaste, vamos a comer algo, y seguimos trabajando” Concluyó ella con tono más relajado.
Definitivamente fue demasiado bondadosa conmigo aquel día. A segunda hora después del almuerzo, me mandó algunas diligencias cercanas, que fueron cumplidas exitosamente, y hubo tiempo para que ella me enseñara a lidiar con los recibos de pago, pagos en caja con tarjeta, y recibos de consignación, me enseñó a manejar el programa de Excel de su computador donde ella preparaba el inventario, y a las 6:00 de la tarde me dijo que podía irme, y de paso pedirme que estuviera lo más puntual posible al día siguiente para llevar a primera hora el encargo que por la mañana no logré entregar.







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