martes, 7 de febrero de 2012

LA MERY JAIMES (2do acto: "Viejos Retratos")

Paciencia más que resignación, tampoco podía llegar al extremo de mirar mi vida de una forma apocalíptica mientras estuviese en un momento donde las cosas aun no resultaban y las ideas aun no fluían, pero sabía que en el horizonte se vislumbraba un plazo imaginario, que cuando se sobrepasara las medidas, ahí sí habrían de ser un poco más extremas. En aquel entonces pensaba que no era tan necesario hacerme el chico rebelde cuando mi adolescencia ya se estaba consumando, mejor idea sería actuar de alguna manera o buscar aprender algo nuevo y quizás conocer otro tipo de gente, un contacto, un mentor, un mecenas, lo que fuera, pero ya habría tiempo para eso.
Mientras pensaba, reflexionaba, o simplemente antes de meterme de lleno en algún pasatiempo o actividad de diversión o autoaprendizaje, muy dedicado permanecía por las horas de la mañana, haciendo a lo que podía ser el semillero de mi (algún día posible) vida independiente: Ayudar a mi madre, ama de casa, en aquellas primeras horas del día.
En un principio, desde mi gloriosa graduación del colegio, se consideró que mi destino fuese que mi padre me llevase a su trabajo para que yo aprendiera algo allí, pero sin saber por qué, él prefirió cederme al otro bando diciendo: "Yo me enredaría mucho con ese muchacho tan complicado, además es torpe, se mutilaría manejando los aparatos de allá, además a él no le gusta lo que hago."
Bastante mal de su parte, aunque no me esmeré mucho en disuadirlo. Así que mi madre tampoco desaprovechó la oportunidad de un asistente por el cual no tendría que pagar. Por aquel entonces también me frustraba en cierta medida la idea de que ninguno de mis padres hubiese terminado sus estudios de secundaria, no hubieran asistido a alguna universidad, lograr un título excelentemente remunerado, así seríamos una familia más acaudalada, no habrían cometido el error de casarse tan jóvenes, se habrían ahorrado unos años para empezar a procrear. Imagino que no hubiese nacido hace tantos años, y que seguramente, después de terminar el colegio, me mandarían a un intercambio al exterior, y después me financiarían los estudios en una universidad privada, pero hoy día eso ya no me mortifica tanto.
Mi padre aprendió carpintería y ebanistería después de haber desertado del colegio en séptimo grado con la motivación de construir camas para sus otros ocho hermanos, ya que en su pobre infancia tenían que compartirse las tres camas que habían en casa con el agravante de que los mayores a medida que crecieran durmieran en el suelo sobre un colchón pulguiento para que los hermanitos menores durmieran en las 3 únicas camas que habían.
Mi madre, de familia igualmente menesterosa y numerosa, tuvo que dejar el colegio en décimo grado por aprietos económicos de la familia, la desgracia de ser la hija mayor, la vio forzada a trabajar para el bienestar de sus hermanas (Todas mujeres) menores, frustración que vengaría años más tarde casándose, pues según ella el no haber logrado cumplir sus metas de joven fueron en parte gracias a la irresposabilidad de su padre (Mi abuelo), llevándose así el título de "La innombrable," ejemplo que años más tarde no seguirían mis tías, las hermanas de ella, todas solteronas y algunas de ellas madres solteras.
Todas esas historias de juventud eran una repetición dejavuezca, que surgían de algún regaño, algún consejo, cantaleta ejemplar, habituales en esas mañanas donde permanecía todo el tiempo con ella haciendo los quehaceres hogareños.
Era hora de evacuar todo ese papel acumulado que ya no servía y que sólo lograba limitar los espacios dentro de las gavetas dificultando cada vez más el almacenamiento de las cosas realmente útiles. Extrayendo por completo todos los papeles del armario de la sala. Separando facturas vencidas, fotocopias irrelevantes, papeles arrugados, y uno que otro útil escolar desgastado, irían al bote de la basura en aquella ocasión, dándole al mueble mayor orden y espacio de almacenamiento. Después de la limpieza interior del mueble, se acomodan los papeles y registros que aun eran de suma importancia, los tomos de libros, diccionarios enciclopédicos que allí tenían lugar, el directorio telefónico, y los viejos álbumes fotográficos.
Aquellos álbumes eran toda una peculiaridad, no importaba si eran cientos de ojeadas que les hubiese dado a lo largo de mi vida, Siempre había un detalle nuevo que notaba a cada vista. Había mucho que ver, el álbum matrimonial, el de fotos casuales de paseos y fiestas, el de bautizos y primeras comuniones, y un álbum personal de mi madre donde se registraban algunos momentos de su niñez y juventud. Fue inevitable que en aquella rutinaria mañana de limpieza hogareña también me viese tentado de ojear de nuevo aquellos viejos álbumes una vez más, aunque por esta ocasión curiosamente comencé con el álbum que miraba con menos detenimiento e interés, el de mi madre, álbum que recopilaba fotos en su mayoría a blanco y negro, y donde aparecían personajes que nunca conocí como los bisabuelos, así como también las fotos de las primeras comuniones de ella y sus hermanas, los años escolares, y otras que tomaría ella con su cámara personal, regalo de una tía suya por motivo de su cumpleaños y que funcionó hasta algunos años de su vida de casada.
A veces me agradaba que ella no estuviera al lado ya que cada vez que se abría ese álbum comenzaba a repetir una por una de las historias de cada una de las fotos que ahí aparecían y de las cuales ya estaba cansado de escuchar  Sin embargo, en ese momento en que me encontraba allí observando ella apareció justo en el momento en que yo estaba en la página de su foto escolar donde aparecía con todas sus compañeras de curso de la época . "Que mano de feas" decía yo casi siempre que veía esa foto con el motivo de ocultar un interés subjetivo que encontraba en ésta.
"Tan descarado, diciéndole fea a su propia madre" Respondía ella.
"Es que mire no más esos peinados, casi todas con el afro y esos otros peinados sesenteros"
"Era la moda de la época, en ese entonces se veía bonito".
"Entonces, por qué la chica que está en el extremo izquierdo de la foto no tenía necesidad de peinarse sesentera para verse tan..." Vacilé antes de pronunciar el adjetivo correspondiente con temor de ofenderle.
"¿Bonita?" Se anticipó ella como si esperase que lo dijera, para luego continuar con su historia: "Y es que la Mery Jaimes fue muy bonita, odiada por unas, admirada por otras, sin embargo todas queríamos ser de algún modo como ella"
No era la primera vez que escuchaba hablar de esa tal Mery Jaimes, en aquel período, creo que ya había escuchado un par de anécdotas de mi madre con ella en su etapa escolar e incluso posterior a ésta. Como la de la manera impecable como su madre la enviaba al colegio, con un delantal bellamente confeccionado que a la hora de hacer trabajos artísticos le mantenían impecable su uniforme, cuidaba de su cabello para que se viera más largo e imponente que el de las otras compañeras, en los festivales de talento, en las izadas de bandera , y hasta en el concursos de la niña más linda del colegio, ella siempre se destacaba, uno de sus padres era intérprete de música tradicional y andina y participaba en festivales de la canción, hasta llegó a salir en la televisión; por razones como esta algunas compañeras la odiaban, otras la admiraban y querían ser amigas de ella, pero esos atributos no sólo de belleza física sino de talento puro no la hacían presumida -Expicaba ella- "Por un tiempo sufrió el acoso de algunas niñas que le hicieron varias maldades, pero como esas tontas ya eran viejas conocidas mías, porque disfrutaban molestar a las tías Lucy y Dora (Las hermanas de mí madre) por lo bobas y montañeras que aparentábamos ser, me las tuve que arreglar con ellas nuevamente cascándoles, y aunque me echaron del colegio por tener matrícula condicional a causa de mis incidentes anteriores de esa índole, gracias a la intercesión de ella y de algunos profesores, pude regresar a las clases, y desde entonces nos convertimos en mejores amigas. ¡Aahh que linda era la Mery Jaimes!, si hubiese tenido una hijita la educaría para que fuera como ella."
En realidad no fue la primera y última vez que me narró esa historia de su mejor amiga del colegio, como dije antes, era una de esas "historias dejavuezcas" sin embargo no me sonó monótona teniendo en ese momento la imagen a la vista, si bien la había visto cientos de veces antes, jamás imaginé que esa jovencita cautivante, mi interés subjetivo, fuera la tal Mery Jaimes, la chica de los sueños de cualquier joven solitario y soñador, pero finalmente inalcanzable.

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