jueves, 22 de diciembre de 2011

LA MERY JAIMES (Primer Acto: "Recién Graduado")


Que me fuera bien, que me fuera mal, no importaba si volviese siendo héroe, así como tampoco importaba si me quebraban el culo en el monte de la forma más infame. Quería irme, me aterrorizaba la idea de ser un adulto desempleado en casa, en el seno de una familia clase media-baja, que esperaba que después de salir graduado del Instituto Departamental de Educación, discretra institución privada (Lo que sería un problema posterior para el ingreso a la universidad) y sin mucho renombre, no terminara yo recayendo en las filas del Ejército Nacional, aunque mi familia tampoco poseía el patrimonio necesario para apoyarme en la etapa siguiente como prometedor estudiante de pregrado.  Mi padre por aquella época me dijo "Te pagué colegio privado decente, y ya con esto cumplo, el próximo año serás adulto y lo que decidas hacer con tu futuro dependerá de tu berraquera y esfuerzo". Era el turno de mis dos hermanos menores pues papá ya sentía que había cumplido su misión conmigo, un reto que tocó aceptar, pero como yo no sabía hacer gran cosa, por no decir nada en lo productivo, el mundo laboral tampoco me iba estar estirando sus brazos y abriendo sus puertas de una vez para emprender la carrera de la vida.
Mi obsesión era irme al ejército. De la ceremonia, los compañeros, la rumba de grados, he olvidado casi todo, si mucho recordaré un par de nombres de compañeros de aquella prom del 98, no obstante sí recuerdo el día del reclutamiento, nos citaron al diamante de Softball de la Unidad Deportiva Atanasio Girardot, donde nos hicieron desvestir casi que en frente de las chicas del Seleccionado Departamental de Softball femenino, que allí se encontraban entrenando y que no ocultaban sus risitas burlonas y miradas socarronas. Pero aun así no importó demasiado, lo importante era saber cuál balota sacaríamos cada uno, recuerdo, que mi compañero de colegio Jimmy Restán, alias "El Costeño" (De los pocos que aun les recuerdo el nombre) sacó el mismo color de balota que yo saqué, la de color blanco, que significaba prestar nuestro servicio militar en la 4ta Brigada, por lo que a ambos nos citaron pocos días después a éste cuartel para el respectivo reclutamiento.
Días después, en pleno día de reclutamiento, día glorioso para todo aquel de libre espíritu, recuerdo que después de haber permanecido casi una hora formados en el patio del recinto militar, uno de los suboficiales por fin alzó su voz, mencionando algunos nombres escritos en un listado que éste tenía en mano, y entre esos mencionó el mío y el de mi amigo Restán, que se abalanzó jubiloso sobre mí diciendo: "!Érda mi cuadrito, no´ salvamo´!", pues la lista era de aquellos que debido al gran número de reclutados, (No había cama pa´ tanta gente, diría la canción) sólo debían pasar a reclamar el recibo de pago para la libreta militar. "Sí, "coste", nos salvamos, nos hemos salvado..." decía yo desilucionado y fingiendo con demasiado esfuerzo mi efusividad.
En realidad a mí no me interesaba demasiado la vida militar, nunca fui patriota, ni tampoco me llamaba la atención la milicia. Yo tan sólo quería tener mi primera experiencia adulta independiente donde por primera vez enfrentaría mis problemas sin esperanza de familia que vele por mi bienestar, suponía que la iba a pasar muy mal allá, pero si sobrevivía a ello, refrendaría más mi carácter. Eso era lo que creía, así como a lo mejor también éste paso por el cuartel ¿me habría hecho más imbécil?, nunca lo sabré.

Cuánto me hubiese gustado pertenecer a esas familias en donde los padres de familia pueden darse el lujo de mandar a sus hijos al exterior después de estos haber terminado la secundaria, sin que el hijo tenga que darle un sólo golpe a la tierra y que la palabra sacrificio personal sea una palabra tan inverosímil como una utopía, pero con mamá ama de casa y papá trabajador austero e independiente, era demasiado pedir al menos una universidad.
Ay, hubieran sido tantos los años de mi vida que me hubiese ahorrado si tuviese la misma suerte de un hijo burgués. La vida de barrio, en ciertos momentos tiende a mover al joven ocioso a la calle, la Universidad de la Vida que llaman, pero en mi caso particular, nunca me interesó matricularme en esa institución gratuita. Seria el hogar a primera instancia el lugar elegido para hibernar mientras que pensaba en alguna idea que me liberara, así fuera parcialmente, del yugo del ocio. !Ah!, como estaría sintiéndome en aquel momento estando en el cuartel de la 4ta Brigada, haciendo polígono o alguna otra actividad de instrucción militar. Pero no, el destino me había dado la noble misión de ser asistente de ama de casa, lavando el baño de la casa y ayudando a fregar una tanda de ropa en el lavadero porque ni lavadora teníamos. El hecho de ser un chico tonto, poco avispado comparado a otros adolescentes salientes, garantizaba a mis padres no tener en mí un hijo problemático, digamos más bien obediente, y es que un tipo grande, ocioso por joven, bello y obediente que sea es sumamente estorboso para el hogar desde que éste no trabaje.

3 comentarios:

Mauricio Alberto Arango Londoño dijo...

Lo importante no es la personalidad, sino la per$$$$$$$$$onalidad en muchos casos, aún en el ámbito familiar.

Tim Rodrigues dijo...

http://umheroi-vitor.blogspot.com/

Unknown dijo...

http://discapacidadsinlimite.blogspot.com/