miércoles, 9 de marzo de 2011

TARDES DE FÚTBOL (Una de tantas historias infructuosas)


En uno de esos rojizos anocheceres veraniegos, el joven Ivan Klinkert, se reunía con un grupo de ex-compañeros de promoción, aquellos que vivían en el conjunto residencial cerrado del barrio vecino, que al igual que él, después de haberse graduado del cole, permanecían felizmente desempleados, bueno no todos estaban felices de ello, y que para evitar sentir que ocupaban demasiado espacio en sus casas como nuevos adultos inservibles, o simplemente evitar mitigar angustias existenciales encerrados en su cuarto practicando el onanismo, se reunían como chiquilines en el parque de ese mismo conjunto, usando una pequeñísima porción de grama ya pelada que se había convertido en su propio escenario de contiendas gracias a que la má de uno de ellos pertenecía a la junta administrativa, y que por lo cual era fácil conseguir los arquitos pequeños (sin red) para improvisar la cancha.
No importaba si andaban de pantalón, bluejean o de mocasín, pero la goma era tan grande que hasta de cachaco o desnudos jugarían, sin importarles, golpear carros parqueados o uno que otro transeúnte desprevenido.
El juego que por lo general era de tres contra tres, iba más allá de la ortodoxia; patadas, agarrones y puntazos malintencionados, hacían parecer esto más a un pogo de punketos que a una recreación. deportiva.
En ese mismo ocaso rojizo ya mencionado, el tal Iván Klinkert, ya sin rutina vio nuevamente pasar a la joven de cabello corto una que a eso de 6:00 a 6:15 se sentaba en una de las banquitas del parque acompañada de un cocker spaniel, y que por ahi a eso de las 7 y algo se unía al grupo de entusiastas de la lección de aerobics que solía tener lugar en el parqueadero al aire libre.
Sin embargo lo importante era el partido de 3 vs 3 en arcos chiquitos, pues estadisticamente los juegos eran muy reñidos, al menos para ellos que se los tomaban en serio. Alguno de ellos que ya se encontraba extasiado por las fricciones del juego, mandó otro puntazo, no se sabe si malintencionado, que pasó muy lejos del pequeño arco pero muy cerca de la susodicha joven lectora de cabello corto, cuyo rostro estuvo aproximadamente a 5 centímetros de ser impactado, y aunque una de las escasas reglas del juego era "Que el que la tire lejos va por ella" fue el mismo Klinkert quien se animó, sin importarle demasiado esa molestia de haber sido o no quien la tiró. El balón había golpeado en un árbol que se encontraba detrás de la banca donde la joven estaba sentada, por lo que al rebote salió rodando debajo de la banca, alarmando un poco al perrito que se encontraba con ella y estaba allí recostado. Iván tomó el balón, y al mirarla a ella de cerca se encontró con unos brillantes ojos que le miraban inquisidoramente, una mirada asesina, que se veía fantástica dentro de ese hermoso rostro que él no había alcanzado a detallar antes, de modo que se percató que era una chica tan joven como él. Sintió deseos de hablarle, pero aun no sabía qué decir, no estaba seguro si disculparse, saludarla o qué. Ni siquiera viendo el título del libro que ella estaba leyendo (El Exorcista), tuvo argumentos (O agallas) para iniciar una apasionante conversación sobre literatura y cine. Pero aún así, en medio de su estupor, logró modular unas palabras.
"Eh, eee, creo que este no es el mejor sitio para leer, pudimos haberte golpeado con el balón"
La joven parpadeo un par de veces sin quitarle la vista y la cara de Magnum 44 antes de responder, y con una voz un poco adulta para su supuesta corta edad respondió: "Creo que este no es el mejor sitio para jugar eso, esto no es cancha." Acto seguido, la joven cerró su libro, se puso de pié, se dio media vuelta abandonando el lugar y su pequeño can fielmente le acompañó sin necesidad de que ella le llamase. Mientras ella se alejaba, Iván Klinkert quiso decirle que se detuviera, que con ese comentario él no buscaba que ella abandonara el lugar, pero no se sabe por qué no lo hizo.

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