sábado, 11 de abril de 2015

TARDE DE CUMPLEAÑOS


Recién estaba culminando el primer mes del año y Carolina Cuadros recordó que su reciente amigo, Iván Klinkert alguna vez le comentó de manera poco enfática que su cumpleaños estaba cerca, sin la precisa intención de que ella lo recordase y le diera algún detalle para ese día. No era su estilo, simplemente era una de esas conversaciones en que dos amigos que recientemente se han conocido, donde ambos, posiblemente por algún agotamiento temático de una conversación, llegaron a preguntarse las fechas de sus cumpleaños, quizás para tenerlo en cuenta o para verificar qué signo zodiacal era el uno o el otro, y así enriquecer la temática agregando que los Acuario son tímidos y sensibles o que los Leo son orgullosos y determinados, de modo que durante esos días de regular charla telefónica nocturna, ella le preguntó a él que si pensaba hacer algo para ese día de cumpleaños, a lo que Klinkert respondió que todavía no había llegado a pensar en ello.  
Carolina Cuadros e Iván Klinkert a duras penas llevaban dos meses de haberse conocido, fue en uno de esos portales web donde el usuario elabora un perfil para confrontar con otros prospectos inscritos en el mismo portal y así lograr que entre dos prospectos, según sus características y afinidades, consigan una cita de interés amoroso, o en su defecto un interés amistoso. Klinkert, sólo logró conseguir una amistad con ella, aunque originalmente él preferiría algo diferente a lo que él ya estaba acostumbrado, ya que Klinkert no era el tipo de hombre del cual la mayoría de las mujeres suelen enamorarse, no necesariamente por falta de atractivo físico, pues se han visto múltiples casos en donde mujeres muy hermosas caen rendidas y perdidamente enamoradas de tipos verdaderamente feos, sino que posiblemente Klinkert era de esos tipos relativamente agradables pero que no tenían esa “chispa” que genera la tensión necesaria para que una mujer quede cautiva, por lo que todas las mujeres a las que alguna vez él llego a acercarse (con alguna escasa excepción) no lograba proyectar esa seguridad en sí mismo que tantas mujeres reclaman para sentirse protegidas al lado de un potencial amado, aun así, su bondad y transparencia lo hacían parcialmente valorable, por eso dichas mujeres, por las que tuvo algún interés, sólo lo quisieron como "amigo". El caso con Carolina Cuadros no era la excepción, si bien cuando él conoció el portal web de citas, tampoco andaba urgido de conseguir a alguien que lo quisiera, ya hacía mucho tiempo que él se había adaptado a vivir concentrado en sus propios sueños, ambiciones y uno que otro placer hedonístico, simplemente aceptó su amistad porque sabía que no había nada que perder ahí, ya era un hombre que se sentía quemando los últimos cartuchos de juventud y que no habría que esperar demasiados años para ya verse convertido en un hombre físicamente ajado, y aunque más sabio, visualmente menos interesante, y no quería llegar a ésta etapa sin sentir no haber aprovechado lo suficiente la lozanía de sus años mozos, por lo que para él, cualquier cosa, a esa altura de la vida, era más ganancia que pérdida.
Carolina Cuadros, maestra de escuela de profesión, 33 años, ostentaba también una maestría que le brindaba la posibilidad de dictar algunas horas cátedra en la universidad, venía de vivir un momento de su vida donde la seguridad en sí misma quedó en entredicho. Su fracaso matrimonial había sido un evento que la había golpeado ferozmente, no duró medio año casada y el hombre que tomó como esposo resultó siendo un hombre depresivo que en vez de expresarle afecto, más fácil desencadenaba ira, además de que, según ella, como mujer sólo lograba atraer donjuanes y aventureros que la dejaban de lado al poco tiempo, ella misma se adjudicaba la culpa, por lo que a veces le preguntaba a Iván Klinkert en sus amenas charlas telefónicas de amigos cosas tales como: ¿Te parece que soy muy intensa? a lo que él respondía con graciosa ironía: “Entre más vengas a hablarme, mejor para mí, me evitas tener que hacerlo yo mismo y convertirme yo en el intenso”.
Aunque la comunicación desde un principio con Carolina Cuadros fue fluida y amena, ya que tanto ella como él valoraban y disfrutaban de su gusto por el cine, pese a que nunca salían a cine, de todos modos disfrutaban hablando de las películas de diferentes épocas, se recomendaban títulos, las conversaciones telefónicas se convertían en nutritivas tertulias.
Sin embargo, Cuadros difícilmente lograba ser una buena anfitriona a la hora de salir con alguien, o al menos con Klinkert, podría ser por ingenuidad suya, falta de sentido común o a veces adrede cuando la persona no le transmitía del todo confianza.
Cuando ella e Iván Klinkert salieron por primera vez, el encuentro fue en un centro comercial, ella fue acompañada de su hermano, y Klinkert resultó siendo un acompañante en unas compras navideñas de la familia Cuadros que a él no le incumbían, se incomodaba ante las inquietas miradas del hermano adolescente de Carolina Cuadros, como si en su gesto se pudiese leer la pregunta: “¿Y éste huevón quién putas es y por qué está acá?” y aunque a Klinkert le sorprendió notar que Carolina Cuadros era más bella en persona que en las únicas dos fotos que había visto de ella en la página web de citas donde se conocieron, dicho encuentro le generó un sinsabor que prefirió más bien olvidar en vez de lamentar.
El cumpleaños de Iván Klinkert sería en su orden el cuarto encuentro. Klinkert por lo regular no acostumbraba hacer celebraciones para dicha fecha, casi siempre la pasaba trabajando, recibiendo alguna que otra chuchería de parte de algún compañero de trabajo o amigo que lo apreciara, y al final ir a la casa de sus padres donde nunca dejaron de esperarlo para la reunioncita que acostumbraban organizarle con una pequeña torta, las velitas y todo eso. En una edad más joven, cuando él era más inocente y enamoradizo, fantaseaba con llegar algún día de su cumpleaños acompañado de una bella joven, una auténtica princesa, que brillara como un ser de luz en el momento de él presentarla orgulloso ante sus padres, que luego le diera un abrazo después de soplar las velas y que ella misma exaltara ante la familia Klinkert la grandiosa persona que el joven Iván era, y finalmente terminar la noche, con los dos bajo las estrellas, con dos copas de champagne en la mano, en una idílica conversación, pero aunque Klinkert, a su edad actual ya no contemplaba esa fantasía, aún añoraba pasar dicha fecha acompañado al lado de alguien que hiciera de la velada diferente o al menos más divertida o amena. En ésta ocasión la elegida fue su nueva amiga: Carolina Cuadros.
Si bien Iván Klinkert notaba desde hacía rato que Cuadros no mostraba tener un interés romántico hacia él, ni siquiera de manera implícita, especialmente a raíz de sus únicos tres encuentros debido a los detalles desconcertantes con los que ella salía en los momentos en que éstos encuentros se dieron, y que en su momento cohibieron todo intento espontáneo de galantería por parte de Klinkert, él seguía adelante con la amistad porque tampoco sentía que se estaba jugando la vida, ni tampoco se sentiría tonto ni humillado al ser enviado de una vez a la zona del amigo, él opinaba que desde que se aprendiese algo edificante al lado de esa persona, todo sería ganancia, y que el tiempo lo iría apartando en caso de que la persona o él mismo resultara siendo inaportante e irrelevante.

Cierta noche, Iván Klinkert se animó a llamarla, no le gustaba hacerlo siempre, ni muy seguido, no quería convertirse en intenso, ni ser el único de los dos que le interesase rebuscar conversaciones, pero ya llevaba dos días sin hablarse con ella, y no consideró de más saludarla. En aquella ocasión no le pidieron que llamara más tarde o al día siguiente por el motivo de ella encontrarse comiendo, durmiendo, en el baño, etc, tal como solía ocurrir en la mayoría ocasiones. Carolina Cuadros se escuchaba baja de nota aquella noche, por lo que Klinkert le preguntó si estaba enferma o algo.
“No Ivancho” Respondía ella “De hecho necesito que me respondas una pregunta desde tu punto de vista como hombre”.
“¿Qué sería?” Preguntó él.
“¿Cuando vos salís con una chica y de pronto la dejas de llamar y ya no le contestas el teléfono por qué razones lo harías?”.
“¡Pero qué pregunta extraña!” Exclamó Klinkert, “Eso depende de la situación o de la persona”.
“Es que mire”, Contaba Carolina Cuadros, “Hace poco conocí a un tipo, y venía saliendo con él, mayor de 40 , dos hijos, intelectual, profesional exitoso, divorciado, no muy lindo, un poco escuálido, pero aún así muy interesante, lo conocí en el mismo portal de citas donde tú y yo nos conocimos. Hace poco salimos a cine, pero ya han pasado dos semanas y no me ha vuelto a llamar, ni tampoco me contesta, creo que me bloqueó, no entiendo qué le pudo haber chocado de mí, ni tampoco creo haber tenido un comportamiento inadecuado con él, por eso te hago esa pregunta, para saber si tú como hombre puedes darme una respuesta comprensible".
“Bueno, si el tipo quería ir al grano y tú te mostraste esquiva y sin deseos de ir demasiado pronto sino que en vez de ello le mostraste que querías conocerle cada vez mejor, posiblemente se haya desmotivado”. Opinó Iván Klinkert.
“¡Pero yo no me acosté con él!” Enfatizó ella un poco prevenida.
“No es lo que te estoy queriendo decir”, aclaró Klinkert, "es lo contrario, seguramente al ver que sólo ibas con intenciones de amiga y que querías darte un tiempo antes de llegar más allá, posiblemente el tipo consideró que no eras la persona adecuada para lo que él quería”.
Carolina Cuadros calló por unos segundos y prosiguió con un nuevo tema.
“Ve, ¿Ya pensaste qué quieres hacer para tu cumple?”
“Sí, algo simple” Respondió Iván Klinkert “La idea es que nos veamos por la tarde, este año mi cumpleaños es un sábado, tengo el día libre, lo cual nos da como ventaja encontrarnos temprano, tipo 2 pm, así no nos agarra la noche demasiado pronto, podemos ir al cine cercano a donde vivo y luego de que terminemos, te invitaré a cenar con mi familia, ellos tienen algo preparado para mí, de paso te presento ante ellos ¿Qué te parece?”.
“Super chévere” Respondió ella, y luego volvió a cambiar de tema: “Vení, ¿vos qué días en la semana pasás por la universidad?
“Hace bastante que no voy”, Respondió Klinkert “Desde que me gradué no es mucho lo que acostumbro ir por allá”.
“Es que yo estaba pensando si nos podríamos ver allá esta semana, tipo 6 de la tarde, cuando recién salgamos del trabajo, para que nos sentemos un rato a charlar, tomar algo, ir a un lugar abierto dentro del campus para escuchar música, mi teléfono celular tiene altavoces que suenan más o menos duro, yo le meto canciones bacanas, y si quieres también puedes hacer lo mismo con tu celular” Proponía ella.
“Me parece una idea extraordinaria”. Opinó Iván Klinkert.
Después de los tres decepcionantes encuentros anteriores, Ivan Klinkert se animó una vez más, no tanto porque tuviese la ilusión de que algo entre sus términos de relación cambiaría a algo más allá de la camaradería, sino porque también se estaba dando él mismo una oportunidad de comprenderla y conocerla a ella mejor y al mismo tiempo hacerse conocer mejor de ella.
Un par de días más tarde, Klinkert se desvió de su ruta habitual a casa en dirección universidad para encontrarse con su amiga, siendo puntual como de costumbre, así le haya tocado esperar un cuarto de hora, esperando a que ella apareciera. Mientras esperaba, él preparaba desde su dispositivo móvil la lista de canciones que iba a compartir en su tertulia con la amiga Cuadros, pero cuando él ya se disponía a poner en marcha  “la ley del cuarto”, ella apareció, a duras penas se saludaron, ya que ella parecía andar con prisa.
“Vení, acompañame alli a la biblioteca que es para entregar estos libros” Decía ella aludiendo al material bibliográfico que en ese momento ella llevaba entre sus brazos.
Iván Klinkert la acompañó, y al llegar al lugar, fue tan rápido el proceso de entrega del material bibliográfico, que ella no se conformó con abandonar el recinto de inmediato.
“Vení, acompañame arriba al segundo piso de la biblioteca para ver qué libros hay allí para llevar”.
Durante aquella estadía dentro de la biblioteca, el diálogo entre ellos fue muy limitado, lo más largo y relevante que ambos pudieron compartir fue cuando ella le propuso una novedad para la tarde de cumpleaños sabatino que Klinkert quería pasar con ella.
“¿A qué horas es que nos vamos a ver el sábado por la tarde?” Preguntó ella.
“A las dos 2 pm, en el centro comercial que le dije para que vayamos a ver la película y de paso nos quede cerca ir a casa para lo de la cena”. La recordaba Klinkert.
“Tengo una contraoferta" Dijo Cuadros "es que me da pereza ir, ¿por qué mejor no nos vemos en el centro comercial que queda por la Estación Niquía? así me quedaría más fácil a mí para llegar a mi casa a preparar mis clases e ir a la misa de la tarde, es que a mí me da mucha pereza dejar esas dos cosas para los domingos.
“¿Pereza?, yo en tu lugar no tendría pereza”, Opinó Klinkert simulando al máximo su desconcierto.
“Es que mire, usted sabe que yo los sábados voy a la Universidad de la Aguacatala, donde estudié mi especialización, a nadar por la mañana hasta el Mediodía, luego me quedo allá un rato con mis amigos y a eso de la 1 pm estoy tomando el metro para irme a la casa, en Bello, y así no tendré que desviarme de mi ruta teniéndome que bajar en el centro de Medellín sino que a tí te doy la oportunidad de que también cambies de ambiente, nos reunimos allá, en Bello, una horita, te doy tu regalo y luego te vas feliz, más temprano y con tiempo a tu favor para que te encuentres anticipadamente con tu familia a celebrar”.
Iván Klinkert sólo guardó silencio y siguió esperando que ella terminara de elegir los libros que ella deseaba para llevar a préstamo.
Después de una larga y agobiante hora de acompañamiento a su amiga en la biblioteca, estando ya afuera del recinto, ella le preguntó:
“¿Por cuál salida te resulta fácil llegar a tu paradero de bus?
“¿Ya nos vamos?”  Preguntaba Klinkert extrañado, y luego trató de disuadirle afirmando: “Le metí a ´éste coco´ (Refiriéndose a su dispositivo móvil) varias canciones para que las escucháramos mientras hablábamos”.
“Pero es que tengo mucho trabajo por hacer en casa, además mira la hora que es”.
Iván Klinkert sólo pudo acompañarla hasta la estación del metro sin hablar mucho, recordó interiormente los encuentros anteriores con ella donde aún no sabía si era él quien tenía la culpa de la actitud evasiva de Carolina Cuadros. En su mente pasaban a manera de flashback los encuentros anteriores, tales como la caminata ecológica a la que ella lo invitó durante la temporada navideña, donde ella lo determinó muy poco, bajo la excusa de estar también pendiente de sus otros colegas y amigos y que si no hubiese sido por un ex colega que Klinkert de casualidad encontró allí y que también fue partícipe de su caminata, no le habría sacado gusto a semejante desplante.
Ya habiendo ambos llegado al torniquete de la Estación Universidad del Metro, Klinkert permitió que ella pasara primero, y ella pensando en que también él pasaría para tomar el tren hacia el centro (Parque Berrío), se sorprendería al ver que no lo hizo.
“¿Por qué no pasas?” Preguntó ella.
“Es que voy a ir un momentico allí, al Parque de los Deseos a tomar algo que pensaba tomar con usted, pero en vista de que tiene tanto afán, pues ni modo”.
Carolina Cuadros se sintió desconcertada y por un momento quiso devolverse, pero prefirió no perder el gasto por haber pasado ya el torniquete.
“Usted si es bien charro”, Dijo ella en tono irónico al despedirse de él.
Iván Klinkert creía comprender la actitud de Carolina Cuadros, suponía que él aún no era lo suficientemente relevante para ella, o que al menos no se sentía segura de ello, él sabía perfectamente lo que significaba no sentir algo similar por una persona que aunque fuera 10 en personalidad y buen trato, no tener esa “chispa” que genera ese interés y ese deseo de querer estar y disfrutar con esa persona cada vez que se comparte con ella, a él ya le había pasado antes, ya se había comportado igual con alguien que alguna vez manifestó interés hacia él, pero por más que él trató corresponder no logró encontrar ese “algo” que despertara un deseo en él de estar con aquella persona del pasado. Aceptó su momento con Carolina Cuadros como karma, como la cuenta que el destino le tenía que cobrar, por lo que no él no se sentía “pera en dulce” y lo estaba aceptando con nobleza y resignación, así como pagó parte de dicho karma en el tercer encuentro programado con Carolina Cuadros un par de semanas antes, cuando él le propuso a ella una salida sabatina a una pizzería gourmet al occidente de la ciudad, en el barrio Carlos E, a lo que Cuadros le solicitó a él poder ir nuevamente acompañada ésta vez de una buena pero triste amiga, que también pasaba por una situación emocional difícil y que ella quería que él conociera. Cuando llegó el día del encuentro, Cuadros canceló su presencia a última hora, (En aquel entonces ella ya estaba saliendo con el sujeto cuarentón mencionado líneas antes) pero le rogó a Klinkert que atendiera con el mejor talante posible a su amiga ya que ella le había hablado maravillas de él y que su amiga, llamada Flor, estaba ya bastante interesada en conocerlo. Sin embargo, aunque Klinkert fue amable y respetuoso con Flor, como era costumbre en él, hizo lo mejor que pudo en la inesperada cita con aquella desconocida, no obstante Flor no logró sentirse interesada por él, la cual, dias después dijo a su amiga Carolina Cuadros, acerca de su cita arreglada, que aquel muchacho se veía chévere pero era algo simplón, por lo que ella no lo llamaría para un segundo encuentro, y Klinkert, que sí la encontró a ella interesante, tampoco se esmeró en lo absoluto en buscarla para un segundo encuentro, pues como ya se había mencionado antes, él ya no sentía que se jugaba la vida en ese tipo de situaciones.
Al concluir que sus encuentros con Carolina Cuadros siempre fueron un fiasco, volvió a pensar en la celebración de su cumpleaños planeada para la tarde del sábado, pero de repente, mientras reflexionaba todo esto tomando cerveza en un bar del Parque de los Deseos, sintió su teléfono móvil zumbar dentro de su bolsillo, contesto de inmediato pensando que podría ser Cuadros, quien necesitaba decirle alguna cosa que no alcanzó a decirle durante su reciente y corto encuentro.
“Qué pena llamarte a esta hora” decía la voz del teléfono “Pero durante todo el día he estado marcando al teléfono de su casa y no ha habido respuesta, y necesito confirmar una cosa hoy mismo con usted señor Klinkert, para que así disponga del tiempo suficiente para preparar lo que le quiero proponer”.
“¿Quién es usted?” Preguntó Iván Klinkert.
“Soy del área de coordinación acádémica del INCOLFINCO (Instituto Colombiano de Finanzas y Comercio), he estado viendo su hoja de vida y el reporte de su entrevista, y ya que usted manifestó interés en dictar unas cátedras los fines de semana, llamaba a preguntarle si le interesaba comenzar el sábado de la próxima semana con dos grupos en la jornada de la mañana y también hay otro en la jornada de la tarde, aunque éste último empezó hace un par de semanas y se quedó sin profe recientemente, pero si usted desea tomarlo, debe pasar por la oficina con los documentos que le mencionamos en un email que le enviamos hoy, para hacerle su contrato por prestación de servicios y de paso, si usted sí desea tomar éste grupo del sábado por la tarde que se quedó sin profe, hagamos con usted el empalme para que no tome dicho grupo tan desubicado ¿Le interesa?”.
Iván Klinkert recordó que ya tenía un compromiso para el sábado por la tarde.
Esa misma noche, ya en casa, sentado en su computadora, preparando asuntos para su trabajo de semana, Carolina Cuadros desde el chat le escribió.
“Te ví muy serio cuando ahorita te hablé de lo del sábado, pero porfa, debes ser comprensivo y ponerte en mi lugar”
“Tranquila” Respondió él.
“Hmm, respuesta breve y cortante, te sigo notando serio” Digitó ella.
“Es que cuando mencionaste la palabra ´pereza´ me dí cuenta que te estoy pidiendo demasiado, no tuve en cuenta que eres una mujer ocupada, profesional y con prioridades”.
“No, no me entendiste, no es pereza de ir a tu cumpleaños, es pereza de tener que desviarme en mi ruta desde la Aguacatala hasta Bello haciendo una parada intermedia en el centro, además vas a cambiar de hábitat y te invito a Crepes”. Justificó ella.
“No tendrás necesidad de eso, hay una novedad, el sábado en la tarde de mi cumpleaños, iré a esa hora a dictar un curso que me han ofrecido, así no tendrás afán a la hora que me estés atendiendo a mí, y llegarás a tiempo a tu misa vespertina, y a preparar trabajos, y que el encuentro de hoy represente símbólicamente la conmemoración que íbamos a tener la tarde del próximo sábado día de mi cumpleaños”.
“¡Ah, estás enojado!, mejor no insisto más, odio los hombres raros e inseguros como vos”.
Iván Klinkert decidió no continuar con dicha discusión de chat, sentía que era inútil tratar de justificar con ella lo de la inseguridad que ella acababa de acusarle.
Finalmente llegó el sábado día de cumpleaños, y aunque no hubo fiesta ni jolgorio, Iván Klinkert celebró su cumpleaños de manera tranquila y simple después de una nueva jornada laboral sabatina en pro de ingresos adicionales. Igual que todos los años estuvo al lado de su familia. Pasaron los días y ni él ni Carolina Cuadros se escribieron un mensaje de reivindicación, ninguno de los dos se sintió con la obligación de ser el primero en ceder, de romper el silencio, silencio que el egoista orgullo de ambos jamás quebrantó por los siglos de los siglos.

No hay comentarios: