domingo, 15 de junio de 2008
SATANÁS
Yo también soy de aquellos que aprecia el cine colombiano como algo meramente artesanal. Vivimos quejándnos de los estereotipos que han sido nuestro Karma y mayor complejo, los políticos locales lanzando voces de protesta ante ridiculizaciones a nuestra cultura de violencia y narcotráfico, y nosotros mismos somos quienes la difundimos, así sea buscando un reconocimiento farandulero en Cannes o Hollywood.
Es cierto que el cine colombiano tiene su séquito y no necesariamente entre los círculos intelectuales que valoran el "arte independiente" sino también entre todos aquellos que les da pereza leer subtítulos y concentrase en una trama para comprender el profundo mensaje o la escencia de un contenido, aquellos que se sienten identificados o representados en la pantalla con persnajes o gentes cuya gracia radica en la repetición seguida e innecesaria de palabrotas y léxico de parlache.
Eso es el cine Colombiano, una radiografía morbosa, de la realidad que se vive en nuestro país, y a la vez un encasillamiento estancado de temáticas que elevan más nuestro estereotipo de una sociedad de narcos, guerrilleros e indigentes, que en vez de reconocimiento artístico sólo ganamos lástima y aversión dentro del público extranjero.
Una noche cualquiera tuve la oportunidad de salir con alguien... y la invité a cine, pero cuando llegamos al cinema, no había nada interesante en cartelera, posiblemente una salida de la cual me arrepentiría.
Estuve haciendo lo posible para evitar la película colombiana en cartelera, la tal "Satanás," pero ella fue quien eligió y eso fue mi lavadero de manos.
Sin embargo, la historia estaba más allá de las pelis de antaño del gordo Benjumea y Claudia de Colombia, y las del estilo de La virgen de los Sicarios y María llena eres de gracia.
En realidad no recuerdo una producción colombiana con aires de auténtico cine de culto, una historia, que no cubre el entorno idioscincrático de lo que es el vivir en nuestro país, pero que se centra en los laberintos mentales de un personaje solitario y perturbado, un Don nadie cualquiera que en cualquier momento despierta el demonio demente que cada ser llevamos dentro.
Lo más interesante de la película es el fascinante mundo de sus personajes secundarios (El padre Ernesto y Paola), y cuando el destino los cruza en la parte final.
Si esta historia no remata afirmando que esta se basaba en un hecho real acaecido en 1986, la historia no te sacaría del teatro con el mismo desconcierto. Definitivamente fue un tiempo muy bien perdido en el cinema, viendo al fin una historia colombiana con algo de contenido. Sin ser lo mejor de lo mejor.
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1 comentario:
En españa pasa algo parecrido con nustro cine: La producciones no impresionaan pero la historias son de mucho más calidad y mucho más humanas y cercanas.
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